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¡¡¡Bergoglio, dimisión!!!
Ya que Ratzinger nos ha demostrado (y no mediante una paloma precisamente) que un Papa puede dimitir, este mes Mongolia pide a Jorge Bergoglio que se pire cuanto antes y sea sustituido por el único verdadero representante de Dios en la Tierra. Es decir, por Brian Wilson.
Pero tampoco nos olvidamos de nuestra querida Familia Real y adláteres. Nuestra contraportada está dedicada a la amiga muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy entrañable del Rey.
Además, dentro del número os encontraréis con muchísimo más: una completísima radiografía del PSOE en la que proponemos hasta sustituto para Rubalcaba, un extraordinario póster del Marca España F. C., una disyuntiva: ¿la PAH es la ETA? o una inquietante investigación mongolia: ¿era Pedro Ruiz un agente de la CIA preparado para destruir España?
Ahora vamos con la parte de Mongolia en la que "si se ríe, es cosa suya". Nuestro Reality de este mes desvela las importancia de un grupúsculo casi desconocido pero muy influyente: los registradores de la propiedad. Lo son nuestro presidente y varios miembros de su familia, así como personas muy cercanas a Gallardón y al PP. ¿Qué reforma legal está ultimando el Gobierno que les permitirá blindar sus privilegios y multiplicar sus ingresos? ¿Por qué El País censuró una columna de Miguel Ángel Aguilar sobre el tema, que Mongolia publica ahora en su totalidad?
No terminan ahí las revelaciones del Reality: ¿cómo opera José María Aznar como lobbista de Barrick Gold, la gran multinacional del oro? ¿de qué forma censura El País artículos que no son del agrado de sus intereses o de sus inversores? ¿Qué le ocurre al BBVA con el patrocinio del fútbol?...
En una investigación de Patricia Fernández de Lis, ¿Porqué la web de la Casa Real bloquea 216 webs para que no sean "okupadas"? Y, además, cómo Zarzuela intenta cortar los rastros en la red de nombres tan familiares como "Urdangarin".