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Torquemada: estreno en Movistar+
La cascada de denuncias públicas de extrabajadores y humoristas revela un ambiente de asfixia censora en la plataforma española desde la llegada de Eva Fernández a la cúpula de Comunicación de Telefónica.
Quizá fue por culpa de la pandemia, pero España perdió en 2020 la ocasión de conmemorar por todo lo alto el 600 aniversario del nacimiento de uno de sus nombres más célebres: Tomás de Torquemada, el monje dominico y confesor de la reina Isabel la Católica que con tanta energía ejerció de primer inquisidor general a la caza de herejes de todo pelaje y unió para siempre a ojos del mundo la marca España con la de la Santa Inquisición. Tampoco hay serie todavía, aunque la plataforma española de series por excelencia, Movistar+, acaba de exhibir públicamente un episodio de telerrealidad que bien podría ser el primer capítulo de una adaptación contemporánea de las andanzas censoras del fanático fraile: en un carrusel sin precedentes, varios extrabajadores, humoristas y periodistas, airearon en las redes sociales un ambiente general de asfixia y censura en el canal de Telefónica a lo largo de los últimos años.
Y no únicamente por asuntos sensibles de Estado —como podría ser la monarquía—, sino sobre todo, y ahí viene lo más insólito, por una consigna muy concreta: ningún chiste sobre Vox y, por extensión, sobre la ultraderecha. El humorista Facu Díaz, que había colaborado en el Late Motiv de Andreu Buenafuente, que ha bajado la persiana tras siete años de emisión, se explayó en su canal de Twitch contando muchos detalles sobre la protección a Vox por parte de una “censura de ultraderecha” que él dice haber sufrido en el día a día: “Muchos chistes de Vox mueren en los despachos de Movistar”, sintetizó. Como en los temporales, surgieron por doquier torrentes enfurecidos tras años de contención: al recoger el premio Ondas por la exitosa serie Maricón perdido (TNT), Bob Pop desveló que Movistar en realidad le había echado de Late Motiv, programa del que fue subdirector, por incómodo. Otro exsubdirector de este programa, Javier Durán, apoyó públicamente a Facu Díaz y a Bob Pop, y recalcó su solidaridad “con los profesionales que aún siguen sufriendo la censura ultraderechista de Movistar+”.
Héctor de Miguel, Quequé, también desveló sus peripecias de cuando estaba al frente de Locomundo, programa humorístico que fue cancelado sin explicaciones al final de la pasada temporada: “Negociar cada semana el guión con Movistar era agotador”. Por su parte, el medio satírico El Mundo Today, que colaboraba en el programa de Quequé, incluso difundió varios de los chistes que les habían censurado y que hacían referencia a los dos actores más intocables, según su experiencia: el rey y Vox. Entre otros: “Felipe VI se plantea no presentarse a las próximas elecciones”; “Vox considera ‘derechita cobarde’ a cualquier español que no haya matado a un jabalí con sus propias manos”. Mongolia ha hablado también con varios humoristas y extrabajadores de Movistar+ y todos coinciden en la misma mecánica: prohibidos los chistes sobre Vox y la ultraderecha. Con todos los demás partidos, no hay problema, puesto que ningún comisario político vela para que no se escapen bromas “excesivas” sobre ellos.
Comunicado oficial genuflexo
La gran paradoja es que el temporal no fue en esta ocasión un capricho de la naturaleza, sino que se cocinó en la propia multinacional española con un estrambótico episodio de sumisión al mundo de Vox que hace aún más creíble la cascada de advertencias de los humoristas que denuncian genuflexión hacia el partido de Santiago Abascal: se desencadenó a raíz un comunicado oficial de Movistar+ pidiendo perdón por unos hechos que jamás sucedieron, un bulo lanzado por el diario ultramontano La Gaceta y amplificado en redes por Hermann Tertsch, el experiodista que Juan Luis Cebrián quiso nombrar director de El País en la década de 1990 y que ahora es eurodiputado de Vox y uno de sus más virulentos agitadores en redes. El programa humorístico de Movistar+ La Resistencia, de David Broncano, había emitido un sketch burlándose de la educación progre impartida en una supuesta escuela de élite que bautizaron como El Hayedo de Montealto. Ello es en sí mismo una paradoja, puesto que una de las escuelas más exclusivas del entorno del Opus Dei en Madrid se llama Fomento Montealto, donde rige una línea educativa tradicional, absolutamente en las antípodas de la formación progre de la que se burlaba el gag de La Resistencia.
Ese mismo día de la emisión de dicho sketch hubo un accidente a las puertas del citado colegio del Opus Dei en Madrid y una alumna de seis años perdió la vida. Fue un triste suceso ocurrido con posterioridad a la grabación del programa y sin que existiera la más mínima conexión entre el gag —un dardo dirigido a los caros métodos educativos progres, alejadísimos del que se sigue en Fomento Montealto— y el drama desencadenado por el accidente fatal que le costó la vida a una niña en la calle. Ni siquiera estirando muchísimo la imaginación podían relacionarse ambos puntos. Sin embargo, a partir de la mera coincidencia de la palabra “Montealto”, La Gaceta difundió que “el programa de Broncano, en Movistar, se burla de la muerte de la niña de 6 años atropellada en el Colegio Montealto”. Y Tertsch rápidamente alimentó a la jauría con el añadido: “Nos gobiernan canallas que quieren degradarnos hasta caer a su nivel de infamia. Les ayuda gente como Álvarez- Pallete de Telefónica”.
El bulo era tan evidente y grosero que hasta La Gaceta y Tertsch acabaron borrando sus mensajes incendiarios. Y pese a ello, Movistar, en lugar de apoyar a su empleado frente al acoso construido sobre mentiras objetivas, difundió una nota oficial pidiendo perdón y dejando con el culo al aire al humorista y a su equipo: “Lamentamos profundamente el tratamiento de un asunto, que conectado con la tragedia ocurrida la semana pasada a las puertas de un colegio de Madrid, ha herido extraordinariamente la sensibilidad de numerosas personas”. Ante el pasmo y la incredulidad del sector, el comunicado oficial añadía: “Querríamos asegurar asimismo que la intención que motivó el vídeo mostrado en uno de nuestros programas no tiene relación alguna con un hecho tan doloroso. Desde Movistar+ queremos reiterar nuestro pesar a las familias afectadas”. De la perplejidad general se pasó, claro, al torrente de humoristas y extrabajadores de la cadena haciendo públicas vivencias propias de censura y de sumisión de la cadena a la ultraderecha y a sus principales agitadores. En su programa en Twitch, Facu Díaz subrayó: “No sabemos ni quién cojones es quien los quita [los chistes sobre la ultraderecha y Vox en los programas de Movistar+]”. Varios extrabajadores de la plataforma consultados por Mongolia coinciden en que la mecánica cotidiana de censura que vivieron muestra claramente que las instrucciones no proceden ni siquiera de la cadena, sino de la empresa nodriza: Telefónica. También hay coincidencia en señalar que las intromisiones para proteger a Vox y la ultraderecha arrancan sobre todo en 2019 —antes, las líneas rojas se limitaban básicamente a la monarquía—. Y fuentes conocedoras de las interioridades de la compañía subrayan que el polémico comunicado que seguía la lógica del bulo de La Gaceta y Tertsch contra La Resistencia fue tutelado e impuesto directamente desde Telefónica.
Los humoristas y extrabajadores de Movistar coinciden en que la censura procede de Telefónica
Lealtad… ¡a Pedro J.!
Ni Telefónica ni Movistar han querido responder a la petición de información sobre el caso planteado por Mongolia. Pero todas las huellas llevan hacia el mismo punto: la directora de Comunicación Global de Telefónica, Eva González, que tras incorporarse a la multinacional precisamente en 2019, procedente de El Español de Pedro J. Ramírez, ha ido adquiriendo cada vez más poder interno y ha dejado claro en múltiples ocasiones su objetivo de tutelar Movistar+ para eliminar progresivamente los espacios críticos de la cadena y, en todo caso, poner líneas rojas para reducirlos al mínimo y sin que se permitan referencias a la ultraderecha.
González, de 50 años, procede ella misma de los ambientes políticos y culturales más proclives a Vox. Muy vinculada a la Fundación Universitaria San Pablo-CEU, en la órbita de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, de la que fue primero estudiante y luego ejecutiva, es hija de Manuel Fernández Trigo (1932- 2011), exgerente del Real Madrid en las décadas de 1980 y 1990 y ascendido a director general en el mandato de Lorenzo Sanz.
De formación económica, Pedro J. Ramírez la incorporó como directora general de Unidad Editorial, la empresa editora de El Mundo, en 2011, cuando abanderaba en sus páginas una línea muy crítica con la política supuestamente blanda de Mariano Rajoy en el PP, dando acogida a varios de los referentes que más tarde iban a lanzar Vox. En paralelo, Ramírez promovía en el área de la empresa a ejecutivos que no tenían ningún complejo a la hora de definirse a sí mismos, incluso públicamente y ante periodistas a los que supuestamente cortejaban, como “fascistas”. Tras la caída de su mentor, en 2014, Eva Fernández se sumó a la nueva aventura de Pedro J. Ramírez y al máximo nivel: como CEO de la nueva empresa editora de El Español. Y siempre se ha reconocido como una leal discípula del polémico periodista.
En marzo de 2019, apenas unos meses antes de saltar a Telefónica también con la carta de recomendación de Ramírez, Eva Fernández se refirió a este como “el mejor periodista y director que ha dado este país” durante la entrega de premios de la Asociación Española de Editoriales de Publicaciones Periódicas (AEEPP), que la galardonó con el premio profesional del sector. Y proclamó públicamente su “lealtad a una persona que me ha acompañado en casi toda mi trayectoria profesional, Pedro J. Ramírez, el mejor compañero de viaje que he podido tener, sin duda, en mi carrera”.
La promesa de “lealtad” hacia Ramírez, expresada públicamente justo antes de saltar a Telefónica, sigue de alguna manera en la nueva cadena, donde varias fuentes subrayan que Fernández abandera de forma vehemente, en las discusiones internas, los mismos argumentarios de las “batallas culturales” emprendidas históricamente por el periodista desde sus plataformas periodísticas. Y lo hace, coinciden las mismas fuentes, esgrimiendo permanentemente toda la galaxia mediática más próxima a Vox, como La Gaceta o Hispanidad.com, como si se trataran de fuentes de autoridad a las que hay que tener contentas.
La mecánica, subrayan las mismas fuentes, suele ser siempre la misma: cualquier queja surgida de este minoritario y exaltado ecosistema mediático es elevado por Fernández automáticamente a la categoría de “gran problema” para la marca Movistar, lo que a su vez desencadena acciones censoras, siempre para proteger a Vox y la ultraderecha. O lleva a genuflexiones como la nota sobre el bulo que afectaba a La Resistencia, y ello a pesar de que sus propios promotores se habían desdicho. Es decir: para evitar el supuesto ruido que quizá perjudique a Movistar (y por ende a Telefónica), se genera un ruido muy real que sí perjudica a Movistar+. ¡Bingo! La “lealtad” de Fernández a Pedro J. Ramírez está, pues, muy clara. Pero… ¿queda algo de lealtad también hacia los abonados de Movistar para que puedan disfrutar sin censura de los programas de la plataforma a la que decidieron abonarse? Si Eva Fernández conquista definitivamente Movistar+... ¿Habrá por fin serie sobre el muy pío, leal y gran español fray Tomás de Torquemada, tan estigmatizado por la izquierda radical?
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Y no únicamente por asuntos sensibles de Estado —como podría ser la monarquía—, sino sobre todo, y ahí viene lo más insólito, por una consigna muy concreta: ningún chiste sobre Vox y, por extensión, sobre la ultraderecha. El humorista Facu Díaz, que había colaborado en el Late Motiv de Andreu Buenafuente, que ha bajado la persiana tras siete años de emisión, se explayó en su canal de Twitch contando muchos detalles sobre la protección a Vox por parte de una “censura de ultraderecha” que él dice haber sufrido en el día a día: “Muchos chistes de Vox mueren en los despachos de Movistar”, sintetizó. Como en los temporales, surgieron por doquier torrentes enfurecidos tras años de contención: al recoger el premio Ondas por la exitosa serie Maricón perdido (TNT), Bob Pop desveló que Movistar en realidad le había echado de Late Motiv, programa del que fue subdirector, por incómodo. Otro exsubdirector de este programa, Javier Durán, apoyó públicamente a Facu Díaz y a Bob Pop, y recalcó su solidaridad “con los profesionales que aún siguen sufriendo la censura ultraderechista de Movistar+”.
Héctor de Miguel, Quequé, también desveló sus peripecias de cuando estaba al frente de Locomundo, programa humorístico que fue cancelado sin explicaciones al final de la pasada temporada: “Negociar cada semana el guión con Movistar era agotador”. Por su parte, el medio satírico El Mundo Today, que colaboraba en el programa de Quequé, incluso difundió varios de los chistes que les habían censurado y que hacían referencia a los dos actores más intocables, según su experiencia: el rey y Vox. Entre otros: “Felipe VI se plantea no presentarse a las próximas elecciones”; “Vox considera ‘derechita cobarde’ a cualquier español que no haya matado a un jabalí con sus propias manos”. Mongolia ha hablado también con varios humoristas y extrabajadores de Movistar+ y todos coinciden en la misma mecánica: prohibidos los chistes sobre Vox y la ultraderecha. Con todos los demás partidos, no hay problema, puesto que ningún comisario político vela para que no se escapen bromas “excesivas” sobre ellos.
Comunicado oficial genuflexo
La gran paradoja es que el temporal no fue en esta ocasión un capricho de la naturaleza, sino que se cocinó en la propia multinacional española con un estrambótico episodio de sumisión al mundo de Vox que hace aún más creíble la cascada de advertencias de los humoristas que denuncian genuflexión hacia el partido de Santiago Abascal: se desencadenó a raíz un comunicado oficial de Movistar+ pidiendo perdón por unos hechos que jamás sucedieron, un bulo lanzado por el diario ultramontano La Gaceta y amplificado en redes por Hermann Tertsch, el experiodista que Juan Luis Cebrián quiso nombrar director de El País en la década de 1990 y que ahora es eurodiputado de Vox y uno de sus más virulentos agitadores en redes. El programa humorístico de Movistar+ La Resistencia, de David Broncano, había emitido un sketch burlándose de la educación progre impartida en una supuesta escuela de élite que bautizaron como El Hayedo de Montealto. Ello es en sí mismo una paradoja, puesto que una de las escuelas más exclusivas del entorno del Opus Dei en Madrid se llama Fomento Montealto, donde rige una línea educativa tradicional, absolutamente en las antípodas de la formación progre de la que se burlaba el gag de La Resistencia.
Ese mismo día de la emisión de dicho sketch hubo un accidente a las puertas del citado colegio del Opus Dei en Madrid y una alumna de seis años perdió la vida. Fue un triste suceso ocurrido con posterioridad a la grabación del programa y sin que existiera la más mínima conexión entre el gag —un dardo dirigido a los caros métodos educativos progres, alejadísimos del que se sigue en Fomento Montealto— y el drama desencadenado por el accidente fatal que le costó la vida a una niña en la calle. Ni siquiera estirando muchísimo la imaginación podían relacionarse ambos puntos. Sin embargo, a partir de la mera coincidencia de la palabra “Montealto”, La Gaceta difundió que “el programa de Broncano, en Movistar, se burla de la muerte de la niña de 6 años atropellada en el Colegio Montealto”. Y Tertsch rápidamente alimentó a la jauría con el añadido: “Nos gobiernan canallas que quieren degradarnos hasta caer a su nivel de infamia. Les ayuda gente como Álvarez- Pallete de Telefónica”.
El bulo era tan evidente y grosero que hasta La Gaceta y Tertsch acabaron borrando sus mensajes incendiarios. Y pese a ello, Movistar, en lugar de apoyar a su empleado frente al acoso construido sobre mentiras objetivas, difundió una nota oficial pidiendo perdón y dejando con el culo al aire al humorista y a su equipo: “Lamentamos profundamente el tratamiento de un asunto, que conectado con la tragedia ocurrida la semana pasada a las puertas de un colegio de Madrid, ha herido extraordinariamente la sensibilidad de numerosas personas”. Ante el pasmo y la incredulidad del sector, el comunicado oficial añadía: “Querríamos asegurar asimismo que la intención que motivó el vídeo mostrado en uno de nuestros programas no tiene relación alguna con un hecho tan doloroso. Desde Movistar+ queremos reiterar nuestro pesar a las familias afectadas”. De la perplejidad general se pasó, claro, al torrente de humoristas y extrabajadores de la cadena haciendo públicas vivencias propias de censura y de sumisión de la cadena a la ultraderecha y a sus principales agitadores. En su programa en Twitch, Facu Díaz subrayó: “No sabemos ni quién cojones es quien los quita [los chistes sobre la ultraderecha y Vox en los programas de Movistar+]”. Varios extrabajadores de la plataforma consultados por Mongolia coinciden en que la mecánica cotidiana de censura que vivieron muestra claramente que las instrucciones no proceden ni siquiera de la cadena, sino de la empresa nodriza: Telefónica. También hay coincidencia en señalar que las intromisiones para proteger a Vox y la ultraderecha arrancan sobre todo en 2019 —antes, las líneas rojas se limitaban básicamente a la monarquía—. Y fuentes conocedoras de las interioridades de la compañía subrayan que el polémico comunicado que seguía la lógica del bulo de La Gaceta y Tertsch contra La Resistencia fue tutelado e impuesto directamente desde Telefónica.
Los humoristas y extrabajadores de Movistar coinciden en que la censura procede de Telefónica
Lealtad… ¡a Pedro J.!
Ni Telefónica ni Movistar han querido responder a la petición de información sobre el caso planteado por Mongolia. Pero todas las huellas llevan hacia el mismo punto: la directora de Comunicación Global de Telefónica, Eva González, que tras incorporarse a la multinacional precisamente en 2019, procedente de El Español de Pedro J. Ramírez, ha ido adquiriendo cada vez más poder interno y ha dejado claro en múltiples ocasiones su objetivo de tutelar Movistar+ para eliminar progresivamente los espacios críticos de la cadena y, en todo caso, poner líneas rojas para reducirlos al mínimo y sin que se permitan referencias a la ultraderecha.
González, de 50 años, procede ella misma de los ambientes políticos y culturales más proclives a Vox. Muy vinculada a la Fundación Universitaria San Pablo-CEU, en la órbita de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, de la que fue primero estudiante y luego ejecutiva, es hija de Manuel Fernández Trigo (1932- 2011), exgerente del Real Madrid en las décadas de 1980 y 1990 y ascendido a director general en el mandato de Lorenzo Sanz.
De formación económica, Pedro J. Ramírez la incorporó como directora general de Unidad Editorial, la empresa editora de El Mundo, en 2011, cuando abanderaba en sus páginas una línea muy crítica con la política supuestamente blanda de Mariano Rajoy en el PP, dando acogida a varios de los referentes que más tarde iban a lanzar Vox. En paralelo, Ramírez promovía en el área de la empresa a ejecutivos que no tenían ningún complejo a la hora de definirse a sí mismos, incluso públicamente y ante periodistas a los que supuestamente cortejaban, como “fascistas”. Tras la caída de su mentor, en 2014, Eva Fernández se sumó a la nueva aventura de Pedro J. Ramírez y al máximo nivel: como CEO de la nueva empresa editora de El Español. Y siempre se ha reconocido como una leal discípula del polémico periodista.
En marzo de 2019, apenas unos meses antes de saltar a Telefónica también con la carta de recomendación de Ramírez, Eva Fernández se refirió a este como “el mejor periodista y director que ha dado este país” durante la entrega de premios de la Asociación Española de Editoriales de Publicaciones Periódicas (AEEPP), que la galardonó con el premio profesional del sector. Y proclamó públicamente su “lealtad a una persona que me ha acompañado en casi toda mi trayectoria profesional, Pedro J. Ramírez, el mejor compañero de viaje que he podido tener, sin duda, en mi carrera”.
La promesa de “lealtad” hacia Ramírez, expresada públicamente justo antes de saltar a Telefónica, sigue de alguna manera en la nueva cadena, donde varias fuentes subrayan que Fernández abandera de forma vehemente, en las discusiones internas, los mismos argumentarios de las “batallas culturales” emprendidas históricamente por el periodista desde sus plataformas periodísticas. Y lo hace, coinciden las mismas fuentes, esgrimiendo permanentemente toda la galaxia mediática más próxima a Vox, como La Gaceta o Hispanidad.com, como si se trataran de fuentes de autoridad a las que hay que tener contentas.
La mecánica, subrayan las mismas fuentes, suele ser siempre la misma: cualquier queja surgida de este minoritario y exaltado ecosistema mediático es elevado por Fernández automáticamente a la categoría de “gran problema” para la marca Movistar, lo que a su vez desencadena acciones censoras, siempre para proteger a Vox y la ultraderecha. O lleva a genuflexiones como la nota sobre el bulo que afectaba a La Resistencia, y ello a pesar de que sus propios promotores se habían desdicho. Es decir: para evitar el supuesto ruido que quizá perjudique a Movistar (y por ende a Telefónica), se genera un ruido muy real que sí perjudica a Movistar+. ¡Bingo! La “lealtad” de Fernández a Pedro J. Ramírez está, pues, muy clara. Pero… ¿queda algo de lealtad también hacia los abonados de Movistar para que puedan disfrutar sin censura de los programas de la plataforma a la que decidieron abonarse? Si Eva Fernández conquista definitivamente Movistar+... ¿Habrá por fin serie sobre el muy pío, leal y gran español fray Tomás de Torquemada, tan estigmatizado por la izquierda radical?
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