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TEATRO IMPRESCINDIBLE: ‘LA SUERTE’, de Juli Disla y Jaume Pérez
Por Darío Adanti.
Si estáis en Madrid tenéis la suerte de poder ir a ver ‘La Suerte’, una obra de teatro única, con una propuesta tan poco común en estos tiempos como la de hacer comedia emocionando al mismo tiempo. Humor desde la propia experiencia, sin postureos y con los recursos mínimos pero brillantemente colocados, para que el espectador se conmueva y se ría al mismo tiempo. En otras palabras, humor humano. No: más que humano.
En general, el humor se coloca por encima del objeto que retrata, es parte del código de un arte, el de la comedia, tan antiguo, al menos, como la primera democracia. La comedia, que surgió en la antigua Grecia como rito catártico contrapuesto al drama, hereda de sus orígenes esa impermeabilidad a los sentimientos, esa mirada desde fuera, para lograr reflejar de forma caricaturesca la realidad humana para poder reírse de ella y, así, también de nosotros mismos sin ser nosotros mismos: despojada y despojados de dramatismos, casi como muñecos ridículos movidos por las circunstancias.
Sin embargo, la propuesta de ‘La Suerte’ es algo muy distinto, y aquí está su fuerza y su originalidad. Lejos de salirse de lo humano para observar lo humano, hace todo lo contrario: se sumerge en la humanidad entendida como aquel ideal humanista de destacar lo sensible, lo vulnerable y lo empático como características que nos alejan del depredador que, me temo, también somos los humanos.
Y se aleja porque el tema que trata, la adopción, entraña una profunda sensibilidad que repele todo cinismo de adultos desencantados así como el postureo de superioridad moral en el que suele caer el humor. Por el contrario, conecta con aquello que más solemos ocultar en la comedia: la sensibilidad hacia los más vulnerables. Es todo un hallazgo construir con humor un relato que habla de la capacidad para encontrar la felicidad en la empatía y donde lo cómico surge de las inseguridades que despierta el aprendizaje en el que se embarcan los protagonistas: el proceso de adoptar y formar una familia. Al mismo tiempo, el espectador se ríe, siempre con ellos, de esa montaña rusa de emociones que provoca el largo proceso de adopción. Un camino largo y lleno de incertidumbres que garantiza que lo que se está haciendo no es buscarle un niño a una familia, sino buscarle una familia a un niño, con el agregado de ser de las primeras parejas gays en adoptar en España aprovechando la ley de matrimonio homosexual de Zapatero y formando con su hijo una familia interracial y homoparental.
La actuación de Juli Disla y Jaume Pérez es tan brillante como el texto del propio Juli Disla, y la puesta en escena y la dirección de Jaume Pérez, Toni Agustí y Santiago Ribelles, y la producción y el trabajo de luces, de videos y de audios, conforman un todo pensado para que con pocos elementos el relato se mueva en el tiempo y en el espacio hasta envolverte y hacerte parte del mismo, casi como si uno, el espectador, la espectadora, fuera, fuéramos, también, parte de esa familia que está a punto de nacer.
Si estáis en Madrid desde hoy al domingo 8, podéis ver esta maravilla en el Teatro de la Abadía. Yo, que ya la vi, sigo sonriendo y emocionado recordando la obra que se ha quedado a vivir en mi cabeza como si toda la historia fuera, también, parte de mi historia.