Su Eminencia Reverendísima el obispo de Alcalá de Henares, seguramente inspirado por el Espíritu Santo, había hecho públicas unas revelaciones que la Justicia acaba de avalar, como no podía ser menos, respetables, ecuánimes, justas y objetivas. Nos referimos a las que afirmaba que los jóvenes cuando, por curiosidad o asiduamente, visitan bares de hombres se corrompen cayendo en la homosexualidad y la prostitución. Es su autorizada y sabia opinión dictada desde su alta autoridad moral y en utilización legítima, según la Justicia, de su derecho a expresarla.

Únicamente, sin ánimo de polemizar con el Espíritu Santo ni su excelso representante en Alcalá de Henares, -¡Dios me perdone y la Justicia también!- estoy ansioso por conocer las estadísticas en que se apoya tan contundente afirmación. Yo, humilde feligrés, con todo el respeto debido, confieso humildemente que las únicas estadísticas por mí conocidas son las concernientes a los niños asiduos a la Santa Misa, a la Santa Catequesis y a la Santa Comunión, corrompidos y sodomizados por Santos Sacerdotes Pederastas. 

Lo afirmado por Su Eminencia se lo habrá inspirado el Espíritu Santo, pero lo que digo yo no hay Dios que lo pueda negar.