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"No son enfermos, son hijos de puta", por José Errasti
Este artículo apareció originalmente en nuestra revista de febrero de 2020. Si quieres apoyarnos para seguir publicando con independencia, suscríbete a Mongolia.
A ver, vamos a ponernos de acuerdo en dejar de usar el término “enfermo” como insulto en la confrontación política. No sé quién de Vox llama enfermo a no sé quién de Podemos; a continuación, otro del PSOE llama enfermo a otro del PP. ¡Enfermo! ¡Enfermo, tú! ¡No, tú! Y se lía un intercambio irresoluble que me temo que no podría cortar ningún análisis de sangre ni ninguna radiografía.
No, no estoy proponiendo excluir el término “enfermo” de la lucha partidista por respeto a los enfermos. No, por dios, nada que ver con eso. Si alguien padece una enfermedad leve, tendrá cosas más importantes que hacer antes de ofenderse porque alguien usó el término “enfermo” con el significado de “malvado”. Y si alguien padece una enfermedad grave, tendrá cosas más importantes que hacer antes de ofenderse porque alguien usó el término “enfermo” con el significado de “malvado”.
No me ofende el mal uso de “enfermo”. Me cabrea. Porque pretende funcionar como la máxima descalificación posible de una actuación política, y, de hecho, funciona como su máxima disculpa. Pretende suponer un agravante de aquello que se está reprochando, y, de hecho, es un atenuante. Saca la política del ámbito de la moral y la lleva a un ámbito científico natural carente de toda dimensión ética.
El machismo y el racismo no son enfermedades, sino corrosiones del carácter profundamente malvadas. La discriminación de cualquier persona por motivos de su orientación sexual o su credo religioso no es una patología, sino una vileza que debe ser perseguida por la ley. Llamemos a las cosas por su nombre. No son enfermos, son unos miserables, son malvados, son unos grandísimos hijos de puta.
No, no estoy proponiendo excluir el término “enfermo” de la lucha partidista por respeto a los enfermos. No, por dios, nada que ver con eso. Si alguien padece una enfermedad leve, tendrá cosas más importantes que hacer antes de ofenderse porque alguien usó el término “enfermo” con el significado de “malvado”. Y si alguien padece una enfermedad grave, tendrá cosas más importantes que hacer antes de ofenderse porque alguien usó el término “enfermo” con el significado de “malvado”.
No me ofende el mal uso de “enfermo”. Me cabrea. Porque pretende funcionar como la máxima descalificación posible de una actuación política, y, de hecho, funciona como su máxima disculpa. Pretende suponer un agravante de aquello que se está reprochando, y, de hecho, es un atenuante. Saca la política del ámbito de la moral y la lleva a un ámbito científico natural carente de toda dimensión ética.
El machismo y el racismo no son enfermedades, sino corrosiones del carácter profundamente malvadas. La discriminación de cualquier persona por motivos de su orientación sexual o su credo religioso no es una patología, sino una vileza que debe ser perseguida por la ley. Llamemos a las cosas por su nombre. No son enfermos, son unos miserables, son malvados, son unos grandísimos hijos de puta.