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Hace muchos, muchos años en un reino junto al mar vivía una señorita llamada Ida Dalí. Su vida era surrealista, empezando porque su trabajo consistía en dar voz al perro de la malvada Reina Aguirre, más conocida como La Cólera de Dios.
Pero Ida no estaba sola en tamaña encomienda, y contaba con el lacayo más rastrero de palacio para que le chivara por pinganillo todo lo que la Reina quería oír cuando se dedicaba a hacer malezas por las calles del reino. El nombre del lacayo era impronunciable, así que en este relato le vamos a llamar simplemente Michelangelo, cuál Tortuga Ninja de mercachifle.
Michelangelo tenía aterrorizados a los niños del lugar, y en especial a cinco jóvenes patinadores que estaban todo el día disfrutando de la vida y que se hacían llamar LOS SKATERS DE LA PRADERA.
Sus nombres eran Javier, Julián, Andrews, Javier y Luis. Casi todos del barrio de Prosperity, uno de los focos rebeldes más conocidos del reino en dónde se iba a gestar el principio de la revolución que haría que Ida y la Reina Aguirre (valga la rebuznancia) cayeran con todo el equipo.
Nuestros cinco protagonistas, viendo que con los patinetes poco podían hacer en pos del cambio, decidieron un bonito y florido día de San Isidro formar un grupo musical cuyo nombre remitiera al universo de Poe, del que eran fans irredentos, y lo llamaron THIS IS THE SEA, en claro homenaje a The Waterboys, unos escoceses iluminados que habían hecho el mejor disco de pop del momento y lo estaban petando en todo el mundo.
THIS IS THE SEA se encerraron en unos locales del barrio árabe de Tetuán sitos en la calle Tablada y compusieron los que sería su obra cumbre: NO HE OLVIDADO COMO JUGAR CON EL MONOPATÍN.
Los principios del movimiento skater en España se sitúan en esta época y en este lugar, y “los cinco en la caravana” iban a ser pioneros absolutos en estas lides. Cambiar las ruedas por guitarras y secuenciadores era solo una cuestión de tiempo, que dirían Depeche Mode, así que un buen día, los “corredores” mutaron a “trovadores”.
Su primer disco no obtuvo muchas ventas pero plantó una semilla negra que haría que
la población del reino se diera cuenta de que la Reina Aguirre era mala, malísima, y que Ida y Michelangelo debían extinguirse junto a ella.
Temas estrella como “HerMAnada a mi paReja” o “Alberto, comIDA de PERROs” sonaban en todas las radio piratas de la capital, y pronto las nuevas generaciones (no, no piensen en esas) se dieron cuenta de que al mal se le responde con el bien, y empezaron a formar otros grupos que cantaban contra el estado fascista y dictatorial de La Cólera de Dios y sus secuaces.
Aviador Dro, Los Esqueletos, Esplendor Geométrico, Esclarecidos, Ox Pow, Ciudad Jardín, Glutamato Ye-Ye, Derribos Arias, Los Elegantes, Las Chinas, Los Vegetales, Los Nikis, Seres Vacíos, La UVI, Decibelios…
La lista es eterna, como su música.
Todos ellos acabaron componiendo piezas seminales que inspiraron a generaciones posteriores, pero sobre todo, lograron acabar con la dictadura de lo miserable, de lo mediocre y de lo casposo.
Ida se fue como llegó y nunca nadie más la recordó. Ni siquiera el perro de la Reina Aguirre.
Michelangelo murió ahogado en su propio vómito después de haber ingerido doce botellas de la marca ANA Bel Lee, de las bodegas P(s)OE, su veneno favorito. Y no, nunca fue una estrella del rock.
La Reina Aguirre se volvió loca, se hizo llamar Decibelia, y aún se le puede ver dando gritos por la calle con una espada de juguete y un casco de motero. Va a su bola y la ciudadanía la llama Pedrulex.
Y colorín, colorado, este cuento pronto acabará.
Gay de Mazapán: DEDICADO A JOE LLORENTE, EL TÍO MÁS LIBERAL DE ESPAÑA Y EL MOTOR DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA EN LA PLATA DE LOS ÁNGELES.
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Pero Ida no estaba sola en tamaña encomienda, y contaba con el lacayo más rastrero de palacio para que le chivara por pinganillo todo lo que la Reina quería oír cuando se dedicaba a hacer malezas por las calles del reino. El nombre del lacayo era impronunciable, así que en este relato le vamos a llamar simplemente Michelangelo, cuál Tortuga Ninja de mercachifle.
Michelangelo tenía aterrorizados a los niños del lugar, y en especial a cinco jóvenes patinadores que estaban todo el día disfrutando de la vida y que se hacían llamar LOS SKATERS DE LA PRADERA.
Sus nombres eran Javier, Julián, Andrews, Javier y Luis. Casi todos del barrio de Prosperity, uno de los focos rebeldes más conocidos del reino en dónde se iba a gestar el principio de la revolución que haría que Ida y la Reina Aguirre (valga la rebuznancia) cayeran con todo el equipo.
Nuestros cinco protagonistas, viendo que con los patinetes poco podían hacer en pos del cambio, decidieron un bonito y florido día de San Isidro formar un grupo musical cuyo nombre remitiera al universo de Poe, del que eran fans irredentos, y lo llamaron THIS IS THE SEA, en claro homenaje a The Waterboys, unos escoceses iluminados que habían hecho el mejor disco de pop del momento y lo estaban petando en todo el mundo.
THIS IS THE SEA se encerraron en unos locales del barrio árabe de Tetuán sitos en la calle Tablada y compusieron los que sería su obra cumbre: NO HE OLVIDADO COMO JUGAR CON EL MONOPATÍN.
Los principios del movimiento skater en España se sitúan en esta época y en este lugar, y “los cinco en la caravana” iban a ser pioneros absolutos en estas lides. Cambiar las ruedas por guitarras y secuenciadores era solo una cuestión de tiempo, que dirían Depeche Mode, así que un buen día, los “corredores” mutaron a “trovadores”.
Su primer disco no obtuvo muchas ventas pero plantó una semilla negra que haría que
la población del reino se diera cuenta de que la Reina Aguirre era mala, malísima, y que Ida y Michelangelo debían extinguirse junto a ella.
Temas estrella como “HerMAnada a mi paReja” o “Alberto, comIDA de PERROs” sonaban en todas las radio piratas de la capital, y pronto las nuevas generaciones (no, no piensen en esas) se dieron cuenta de que al mal se le responde con el bien, y empezaron a formar otros grupos que cantaban contra el estado fascista y dictatorial de La Cólera de Dios y sus secuaces.
Aviador Dro, Los Esqueletos, Esplendor Geométrico, Esclarecidos, Ox Pow, Ciudad Jardín, Glutamato Ye-Ye, Derribos Arias, Los Elegantes, Las Chinas, Los Vegetales, Los Nikis, Seres Vacíos, La UVI, Decibelios…
La lista es eterna, como su música.
Todos ellos acabaron componiendo piezas seminales que inspiraron a generaciones posteriores, pero sobre todo, lograron acabar con la dictadura de lo miserable, de lo mediocre y de lo casposo.
Ida se fue como llegó y nunca nadie más la recordó. Ni siquiera el perro de la Reina Aguirre.
Michelangelo murió ahogado en su propio vómito después de haber ingerido doce botellas de la marca ANA Bel Lee, de las bodegas P(s)OE, su veneno favorito. Y no, nunca fue una estrella del rock.
La Reina Aguirre se volvió loca, se hizo llamar Decibelia, y aún se le puede ver dando gritos por la calle con una espada de juguete y un casco de motero. Va a su bola y la ciudadanía la llama Pedrulex.
Y colorín, colorado, este cuento pronto acabará.
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