Juan Pablo II, según "La biblia negra de Mongolia"
En "La biblia negra de Mongolia" se incluye una breve historia de los Papas de Roma. Este extracto corresponde a Juan Pablo II, del que se cumplen cien años de su nacimiento. "La biblia negra de Mongolia" ya a la venta en las mejores librerías
JUAN PABLO II (1978-2005)
«Déjame ir a la casa del Padre», susurró JPII, alias de Karol Wojtyla, seis horas antes de morir frente a sus captores de bata blanca en el hospital Gemelli de Roma. Consejos traigo que para mí no tengo. Al Papa, entubadito, le entraba la comida en el esófago de mano del servicio a domicilio del hospital: el Papa, contra decisión médico-religiosa, se quería morir. Enfermo de Parkinson, infecto en las vías urinarias, demente, sedado, aconsciente: un guiñapo, JPII era carne preparada para empaquetar. ¿Cómo le iban a dejar morir? No, le mantuvieron vivo. Le metieron el tubo cual ganso para paté: Tú aguantas, Juan Pablo, como Cristo en la cruz. Te podemos abrir los brazos y meterte una lanza, si quieres: self-service. No te vas ni a enterar. Todo por el sufrimiento de la Iglesia Católica: tú, en contra del aborto, tú, en contra de la eutanasia, tú, en contra del comunismo. Sufre, si solo es un rato: «¡Juan Pablo Segundo, te quiere vivo todo el mundo!».
Así tendrás tiempo para recordar la Polonia de la Segunda Guerra Mundial, y el comunismo, malo, comunismo, y a la demonio Madre Teresa. Y los condones, un pecado mortal hasta para prevenir el sida. ¡Qué se mueran esos maricones! Y, cómo no, a Marcial Maciel, al que ocultaste hasta que la pederastia se le salía por la sotana. ¿Cómo eran vuestros encuentros, Karol? ¿Hablabais de nenitos follables a la luz de la luna?
Ante tal magna obra, cuando premuerto decías «Déjame ir a la casa del Padre», ¿no te referirías a Satanás?
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"La biblia Negra de Mongolia" está disponible en todas las librerías (apoya a tu librería pequeña, te la pueden pedir), nuestra tienda online y en ebook (kindle y todos los sistemas). Está editada por Reservoir.
«Déjame ir a la casa del Padre», susurró JPII, alias de Karol Wojtyla, seis horas antes de morir frente a sus captores de bata blanca en el hospital Gemelli de Roma. Consejos traigo que para mí no tengo. Al Papa, entubadito, le entraba la comida en el esófago de mano del servicio a domicilio del hospital: el Papa, contra decisión médico-religiosa, se quería morir. Enfermo de Parkinson, infecto en las vías urinarias, demente, sedado, aconsciente: un guiñapo, JPII era carne preparada para empaquetar. ¿Cómo le iban a dejar morir? No, le mantuvieron vivo. Le metieron el tubo cual ganso para paté: Tú aguantas, Juan Pablo, como Cristo en la cruz. Te podemos abrir los brazos y meterte una lanza, si quieres: self-service. No te vas ni a enterar. Todo por el sufrimiento de la Iglesia Católica: tú, en contra del aborto, tú, en contra de la eutanasia, tú, en contra del comunismo. Sufre, si solo es un rato: «¡Juan Pablo Segundo, te quiere vivo todo el mundo!».
Así tendrás tiempo para recordar la Polonia de la Segunda Guerra Mundial, y el comunismo, malo, comunismo, y a la demonio Madre Teresa. Y los condones, un pecado mortal hasta para prevenir el sida. ¡Qué se mueran esos maricones! Y, cómo no, a Marcial Maciel, al que ocultaste hasta que la pederastia se le salía por la sotana. ¿Cómo eran vuestros encuentros, Karol? ¿Hablabais de nenitos follables a la luz de la luna?
Ante tal magna obra, cuando premuerto decías «Déjame ir a la casa del Padre», ¿no te referirías a Satanás?
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