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Hablan las y los nietos de la guerra del 36: vuelve ¡Ay, Carmela! Al Teatro del Barrio

Cuando Paula Iwasaki y Guillermo Serrano cursaban primero de carrera y todavía no eran intérpretes profesionales, representaron una escena de ¡Ay, Carmela!, la tragicomedia de José Sanchis Sinisterra que ya es un clásico del teatro en castellano. Lo bordaron de tal manera, hubo tanta química y, sobre todo, se lo pasaron tan bien que se lanzaron (primero) a representar la obra completa, y (después) a montar su compañía Caramba Teatro. Han pasado diez años conquistando escenarios con este título. Han estado ya varias veces en Teatro del Barrio, y vuelven este 26 de junio. Hablamos con Guillermo Serrano, que interpreta a Paulino.
¿Paulino es un cobarde o un superviviente?
Paulino es una de tantas personas condenadas a poner a prueba los límites de la miseria humana. Una de las prácticas más abominables derivadas de las guerras y del apogeo de los fascismos. Teniendo al lado a una heroína, un mito contemporáneo como Carmela, Paulino es un cobarde, si, pero libre de culpa.
¿Las personas de tu generación sois nietas e hijas de la desmemoria histórica? ¿Qué os contaron o no os contaron en el colegio?
Pertenezco a la primera generación de la democracia en la que ya calaba el mantra de “se hicieron barbaridades en los dos bandos”, “recordar es abrir heridas”, “¡otra película de la Guerra Civil! Tuve la gran suerte de nacer en una familia que me inculcó conciencia política, y, posteriormente como actor, iniciarme con textos como ¡Ay, Carmela!, obra que inauguró en España lo que se llamaría después “Teatro de la Memoria”. Me considero inmunizado contra la desmemoria.
¿El escenario un lugar donde seguir las huellas? ¿Qué aporta, en este sentido, Ay, Carmela?
Lo que más me emociona de esta obra es que deja claro que el escenario es el único lugar para dar voz a los que no la tienen, bien porque se les privó de tenerla o bien porque están muertos. Carmela vuelve a vivir únicamente cuando visita a Paulino en el teatro. Si los personajes se desprenden del autor y tienen voz propia cuando se les crea, emociona que dejen su propia huella y legado.
¿Cómo de nervioso se pone uno sabiendo que el título que va a interpretar (Ay, Carmela) es uno de los más representados de la historia y lo escribió uno de nuestros mayores dramaturgos?
Tengo la suerte de llevar haciendo esta obra más de diez años, con una compañera, Paula Iwasaki, con la que me entiendo maravillosamente, que Jose Sanchis la haya visto y disfrutado unas cuantas veces, y sentir la emoción del público cada vez que la hacemos. Esos nervios se han transformado en excitación por hacerla de nuevo una y otra vez. Es una obra inagotable.
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