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"Fobófobo" por José Errasti
Esta columna se publicó originalmente en el Mongolia número 89 de junio 2020. Suscríbete a Mongolia para que podamos seguir trabajando con independencia en revistamongolia.com
Me declaro oficialmente fobófobo. No homófobo, ni islamófobo, ni tránsfobo, ni vóxfobo. La fobofobia se define como un trastorno centrado en una aversión insuperable a tratar las diferencias ideológicas como trastornos centrados en una aversión insuperable. No sabía que lo era hasta que hace unos días oí a Kichi denunciar valientemente la existencia de gordofobia en nuestra sociedad. Podría haber formado lipofobia o crasofobia, por aquello de que los nombres de las fobias tienen siempre raíces griegas o latinas, pero formó gordofobia. Yo no, yo no me declaro miedófobo, yo me declaro fobófobo, que mola mucho más.
Y me declaro fobófobo porque entender la discriminación de las personas LGTB+ o de los musulmanes o de los gordos como homofobia, islamofobia o gordofobia es situar el problema justamente donde no está, es reentenderlo como una cuestión meramente emocional y de naturaleza médica, por tanto, doblemente ajena a la argumentación y la confrontación intelectual. No tiene ningún sentido continuar debatiendo con alguien al que acabas de calificar de tránsfobo. Se ha evacuado la cuestión fuera del ámbito de la política, introduciéndola dentro del ámbito de los neurotransmisores. Ante una acusación de algofobia siempre cabe responder con otra de algofilia, salvo que, por esta mrwonderfuliana ola de filofilia que nos invade, se considere que estar en contra de algo es inherentemente malo y estar a favor de algo es inherentemente bueno. Yo soy fobófobo, no filofílico. Desde que tenemos la figura del delito de odio en nuestro ordenamiento jurídico pasamos a no poder delinquir con el pensamiento, pero sí con el sentimiento. Delitos, enfermedades, emociones, cualquier cosa antes de llamar a las ideas por su nombre y ponerlas a pelear entre ellas, que es de lo que se trata.
Y me declaro fobófobo porque entender la discriminación de las personas LGTB+ o de los musulmanes o de los gordos como homofobia, islamofobia o gordofobia es situar el problema justamente donde no está, es reentenderlo como una cuestión meramente emocional y de naturaleza médica, por tanto, doblemente ajena a la argumentación y la confrontación intelectual. No tiene ningún sentido continuar debatiendo con alguien al que acabas de calificar de tránsfobo. Se ha evacuado la cuestión fuera del ámbito de la política, introduciéndola dentro del ámbito de los neurotransmisores. Ante una acusación de algofobia siempre cabe responder con otra de algofilia, salvo que, por esta mrwonderfuliana ola de filofilia que nos invade, se considere que estar en contra de algo es inherentemente malo y estar a favor de algo es inherentemente bueno. Yo soy fobófobo, no filofílico. Desde que tenemos la figura del delito de odio en nuestro ordenamiento jurídico pasamos a no poder delinquir con el pensamiento, pero sí con el sentimiento. Delitos, enfermedades, emociones, cualquier cosa antes de llamar a las ideas por su nombre y ponerlas a pelear entre ellas, que es de lo que se trata.