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España baila al ritmo de la ultraderecha
La “acusación popular” se ha convertido en barra libre para la persecución ideológica en los tribunales
Manos Limpias surge del naufragio del movimiento de Blas Piñar con apoyos en la Fundación Franco
Hazte Oír ha intentado borrar del registro digital las vinculaciones con la secta ultracatólica El Yunque
Cuando el 23 de julio de 2023 los electores cerraron el paso in extremis a la ultraderecha, que se veía ya en el Consejo de Ministros de la mano del Partido Popular (PP), España parecía quedar fuera de la ola reaccionaria que asuela los países occidentales, que ha situado a los partidos de extrema derecha en la mayor cota de poder de este siglo.
Pero fue solo un espejismo: un año después, la influencia de la extrema derecha ha alcanzado su cénit también en España al convertirse en la avanzadilla para intentar tumbar al Gobierno progresista desde los tribunales: los grupúsculos ultra se han convertido en imprescindibles para los procedimientos simultáneos que tratan de cercar al Ejecutivo y muy particularmente a la esposa y el hermano del presidente del Gobierno.
Sin los grupúsculos de extrema derecha, agazapados detrás de la figura de la “acusación popular” –insólita en los países occidentales: una barra libre para la persecución ideológica en los tribunales–, no existirían los casos porque no habría nadie acusando. Y a la inversa, claro: con ellos empujando, el cerco diseñado por sectores del Poder Judicial disconformes con la aprobación de la Ley de Amnistía avanza imparable con un reguero de imputaciones que afectan ya directamente al núcleo familiar del presidente.
No tienen formalmente el poder, pero España baila al compás que marcan Manos Limpias, Hazte Oír, Vox, Abogados Cristianos y hasta El Yunque, la secta ultracatólica de origen mexicano con vínculos con esas últimas tres organizaciones.
Pétain-Mussolini-Franco
En la década de 1980, los residuos ultraderechistas de la Europa meridional empezaron una reconstrucción coordinada de las propuestas políticas que reivindicaban los regímenes políticos construidos en la primera mitad del siglo XX en el campo fascista o nacional-socialista: en Francia, el Vichy del mariscal Pétain, colaboracionista de los nazis; en Italia, el régimen fascista de Benito Mussolini; en España, el régimen franquista.
Hoy, los herederos de aquella iniciativa paneuropea nostálgica y fracasada —el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, el Movimiento Social Italiano (MSI) de Giorgio Altamirano y la Fuerza Nueva de Blas Piñar— gozan de una influencia insólita en los sistemas democráticos que tanto combatieron: acarician el poder en Francia, con Marine Le Pen por encima del 40% en las últimas presidenciales; dirigen el Gobierno en Italia con Giorgia Meloni y su Hermanos de Italia, las nuevas siglas del viejo MSI, y también determinan la agenda política en España, a pesar de su modesto o nulo peso electoral, a través de los procedimientos judiciales de caza mayor en los que desempeñan un papel indispensable para que sobrevivan sin el respaldo de la Fiscalía.
No se trata solo de Vox, muy activo ejerciendo la “acusación popular” en los tribunales contra sus rivales políticos y contra el Gobierno, al que aspira explícitamente a derrocar por todos los medios a su alcance (y no solo a través de las urnas). El protagonismo principal en las dos causas estrella que buscan cercar al presidente del Gobierno a través de sus familiares —contra su esposa, Begoña Gómez, y su hermano, David— recaen en Manos Limpias, la marca que más directamente entronca con lo que representó en su día la constelación de Blas Piñar, que gravita más a la derecha aún que Vox.
Blas Piñar: ¡Presente!
Como explica el periodista Javier Chicote en Manos Limpias, manos sucias. La justicia como negocio (Almuzara, 2019), Manos Limpias surgió a mediados de la década de 1990 a partir de una mutación de los restos del sindicalismo franquista al que seguía vinculado Miguel Bernad, estrecho colaborador de Blas Piñar, junto al que participó en múltiples intentos, todos fallidos, de mantener vivo políticamente lo que fue el búnker franquista, que combatió todo avance hacia la democracia (ver página siguiente).
Y aunque Manos Limpias siempre fue en la práctica un tinglado unipersonal de Bernad —caballero de honor de la Fundación Franco—, la maquinaria de acoso judicial —Chicote estima que ha promovido más de 1.500 denuncias desde 1995— se construyó con el apoyo de un grupo reducido de nostálgicos, entre los que destacan dos personajes: Jaime Alonso, excamarada de Blas Piñar, vicepresidente de la Fundación Franco y financiador de Vox; y Luis Pineda, Luispi, condenado por atraco en sus años de militancia de camisa azul falangista en la Transición y luego caudillo de Ausbanc.
En 2021, Bernad y Pineda, los dos viejos camaradas franquistas, fueron condenados juntos a penas de cárcel en la Audiencia Nacional por extorsionar coordinadamente a bancos y empresas con una mecánica que, según los hechos probados, funcionaba de la siguiente forma: Manos Limpias presentaba una querella, a menudo sin ningún fundamento, a partir de simples rumores escandalosos, y Luispi aparecía entonces como mediador con una propuesta de esas que no se pueden rechazar: se comprometía a convencer a su camarada Bernad para que la retirara y, en justa correspondencia, la entidad denunciada aceptaba pagar onerosas campañas publicitarias en las publicaciones de Ausbanc.
La sentencia de la Audiencia Nacional documenta muchas acciones conjuntas con este modus operandi, entre las que destaca el intento de obtener contrapartidas millonarias de La Caixa y el Banco Sabadell a cambio de pedir el archivo de la causa contra la entonces infanta Cristina en el caso Nóos, en la que operaban también como “acusación popular”. En aquel entonces, la hermana del hoy rey Felipe VI trabajaba en la Fundació La Caixa y su abogado era Miquel Roca, secretario del consejo de Administración del Banco Sabadell.
El pasado marzo la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que lidera el pulso contra el Gobierno por la aprobación de la Ley de Amnistía, revisó la condena y absolvió a Bernad y Pineda con un argumento que dejó boquiabiertos a muchos juristas: los altos magistrados concluyeron que su modus operandi no podía considerarse extorsión puesto que no empleaban la violencia física y se dirigía contra entidades muy poderosas que no tenían por qué someterse a sus exigencias pecuniarias.
Sin pecado, concebida
En la nueva y definitiva sentencia, la gran mayoría de las tropelías siguen fehacientemente acreditadas, pero ya no tienen la consideración de delito: de esta forma, Manos Limpias podía volver a la carga. El Supremo obró el milagro: la entidad renacía; sin pecado, concebida.
Dicho y hecho: inmediatamente después de ser absueltos, la entidad acudió rauda a los tribunales a la caza de la esposa y el hermano del presidente del Gobierno aportando los “recortes de prensa” para que pudieran armarse las causas respectivas a todo trapo.
En el papel de vanguardia jurídica para desestabilizar al Ejecutivo —y en particular en la causa contra la esposa del presidente—, Manos Limpias compite con Hazte Oír, cuyas credenciales ultraderechistas están también demostradas y no solo por sus posicionamientos públicos, siempre simétricos a los de Vox. Al igual que sucede con Manos Limpias, Hazte Oír desborda por la derecha al partido de Santiago Abascal, en este caso por sus vinculaciones con El Yunque, la secta ultracatólica mexicana que se propone continuar la lucha contra el laicismo de los cristeros, el movimiento armado que desempeñó en el país norteamericano un papel equivalente al de los carlistas en España.
En su visión, análoga a la Cruzada de Franco, la batalla se dirige en realidad contra la modernidad surgida de la Revolución francesa de 1789, el origen de la separación entre la Iglesia y el Estado. No solo son ultraderechistas: también ultramontanos.
Rituales secretos
El radicalismo y las prácticas sectarias de El Yunque han provocado honda preocupación incluso en la jerarquía episcopal española, como explica muy bien Dios, Patria, Yunque, serie de pódcast en la plataforma Podium coordinada por Miquel Ramos, periodista experto en extrema derecha. La conexión entre El Yunque y Hazte Oír quedó de manifiesto en la demanda que la organización interpuso contra exadeptos que escaparon de la secta.
En el juicio se expusieron con gran detalle los rituales secretos de la organización de agitación ultracatólica así como el belicismo de algunas de las prácticas que realizan con menores y la implicación de dirigentes de Hazte Oír, que han intentado en vano borrar todo registro digital de estas sesiones, como se acredita en el citado pódcast.
La vanguardia en la guerra del Poder Judicial contra el Gobierno por la Ley de Amnistía exhibe unas credenciales que dan miedo: ahora resulta que la democracia en España depende de agitadores que reivindican el legado de la Fundación Franco, Blas Piñar y los cristeros.
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