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Brigitte Vasallo explora la identidad de las hijas de la diáspora rural en "Naxos". Drama en tres lamentos y un par de actos
Este ensayo escénico y documental, que estará del 5 al 8 de octubre en Teatro del Barrio, recupera la memoria de los millones de personas que se vieron obligadas a abandonar el campo, sus formas de vida, sus raíces, su comunidad y su lengua.
Un ajuste de cuentas contra el poder, el fascismo y el capital, responsables de la Guerra Española del 36, que desencadenó la violencia de la contramemoria y la extracción de recursos.
Fotos: Alba García Fijo
Del 5 al 8 de octubre llega a Teatro del Barrio el ensayo escénico Naxos. Drama en tres lamentos y un par de actos, que vuelve sobre los pasos de la diáspora que, en los años 50 del siglo XX, empujó a miles de personas a abandonar el campo, su forma de vida, sus raíces, su tierra, su comunidad y su lengua, camino a una supuesta idea de progreso. Una obra documental, crítica, basada en la oralidad y los testimonios de las hijas y las nietas de aquellas generaciones emigradas. Una propuesta que constituye también una reflexión sobre el presente. La ha creado Brigitte Vasallo, escritora, investigadora, docente y activista feminista y LGTBI, que también interpreta la obra junto con Concha Milla y bajo la dirección de Gena Baamonde, de cuyo talento ya hemos disfrutado en Teatro del Barrio en Metodologías Carroñeras para cuerpos invertidos y Elisa y Marcela.
¿Cuántos kilómetros habrás recorrido preparando esta obra de teatro y este libro?
Pues visto así, más de los que mi huella de carbono se puede permitir, la verdad…
¿Cómo has recabado todas las historias orales a las que haces referencia en la obra que ahora estrenas, y el libro que publicas?
Como llevo años dándole vueltas al tema, y dándoselas públicamente, muchas de las historias han llegado a mí: es gente que me contactó no tanto para contarme, sino para decirme que les había resonado lo que yo digo. Cuando yo les pedía la entrevista, todo el mundo me contestaba “yo no tengo una historia que contarte”. Porque precisamente nuestras historias son esas que no se cuentan, que parece que no tienen valor alguno, y ese desvalorizar es una forma de borrado, una forma sutil de censurar una narración del mundo en favor de otras narraciones y otras genealogías.
¿Qué sensación te genera el gallego, qué te genera el catalán y qué te genera el castellano?
Las tres son las lenguas con las que crecí, todas remiten a paisajes múltiples a amor y a desamor. Pero para contar esta historia de diáspora estaba claro que no podía contarle lo mismo a la comunidad a la que llegó mi gente, que es Barcelona, que a la comunidad de la que partió, que es Chandrexa de Queixa. En Queixa todo el mundo sabe lo que es que los pueblos se mueran, que las vecinas se vayan, una tras otra, que hasta la lengua se pierda, pero lo que no sabemos tanto es que las descendientes de aquella gente campesina que emigró hacia América están regresando y viviendo racismo a su regreso. En Barcelona se vivió la etapa del desarrollismo como una invasión, y los poderes están interesados en alimentar ese relato de la migración como una invasión y como una deuda eterna que tenemos que pagar, así que me parecía importante contar allí nuestra versión de los hechos, por una vez. Madrid también es muy interesante porque presume mucho de que aquí nadie es de aquí, pero tengo muchas entrevistas que lo desmienten, pues no todo el mundo en Madrid se crio en las barracas ni en las ciudades del extrarradio ni criando conejos en sus casas y escondiendo sus orígenes en el colegio. Así que ese relato de Madrid hay que deshilarlo, también, y posiblemente impugnarlo para saber de una vez quién es quién. Y estoy evitando, además, decir Galicia o Catalunya, porque ambas son entidades muy complejas, y en Catalunya también se desmanteló la vida campesina, aunque creo que sucedió mucho antes… aún estoy investigando esa parte…
¿Se puede hacer un análisis de la pobreza en España a partir del habla?
Sin duda, de las distintas hablas en las distintas lenguas. Pero por una ecuación más compleja que la simple correlación habla-capital económico. El ascenso social en términos económicos también se mide en formas de disciplina del cuerpo, y esa disciplina incluye el habla. Los y las pobres no podemos salir de la miseria si no nos comportamos como gente refinada: tenemos que dejar atrás nuestra manera de hablar, tenemos que aprender a escribir y hacerlo sin faltas y hacerlo hablando de los temas “importantes” que son los temas que dicta el capital. Por eso el habla nos da, más bien, un mapa de la domesticación de clase.
Llegar a la gente que está en la base de tu trabajo, y que sin embargo quizá se acerque con mayor dificultad a la cultura, es uno de tus objetivos, ¿no?
Mi trabajo es de mi gente, ni siquiera para mi gente, sino que les pertenece, y yo formo parte de ese nosotros, aunque yo ya sea mutante. Si hay personas que vienen de genealogías lectoras, de clases altas y salones de te y mi trabajo les parece útil, bienvenido sea, yo agradezco también sus lecturas y su escucha, pero yo trabajo para mi gente, aunque lo haga desde la cultura de la mutación. Soy una escritora de genealogía analfabeta, una escritora de cultura oral, y por eso intento buscar formas que sean honestas con ello. Mi tío David, que es campesino, dice que le gusta mucho leerme, pero que solo en invierno, que en verano hace mucho calor. Pues para ese verano metafórico nuestro estoy haciendo teatro, conferencias escénicas, y este libro, el Triptico del Silencio, lleva ilustraciones que permitan hacer una lectura paralela a de las palabras.
¿Esta la cultura demasiado disociada de ciertos públicos?
La cutlura, así llamada en singular, casi en mayúsculas, es un canon decidido por una clase social concreta y en la actualidad por unos procesos macroeconómicos. No solamente hacen y nombran lo que es cultura, no solamente programan en los teatros, dan dinero para hacer cine, compran y exponen obra en los museos, deciden qué libros se publican y cuáles no, sino que van imponiendo la idea de que para hacer cultura hay que hacerla de esa manera, porque es la manera “buena”: música buena, literatura buena, teatro bueno. Todo lo demás es cutre, baja cultura, populacheo… Ese es el quid de la cuestión. Yo soy mutante, no sé tampoco hacerlo de otra manera, pero poner el foco en que ahí hay un problema, no una verdad, me parece parte de un camino.
¿Qué hacemos con la RAE?
¿Dentro de la legalidad, dices, o puedo soñar en voz alta?
¿Son las normas lingüísticas otra forma de estratificaciónn social?
Claro, solo hay que preguntarse quién fija las normas ortográficas, por ejemplo, y en base a qué, y quién tiene acceso a ello. Hay un tema de capacitismo ahí, y un tema de clase que está vinculado también a las diásporas, porque si te crías en un ambiente donde la gente habla de acuerdo con las normas lingüísticas, tú las incorporas de serie. Si no, tienes que aprenderlas con tu esfuerzo, y eso en lugar de ser un mérito, es una forma de vergüenza, así de extraño es todo. La ortografía es una forma de selección, y que decir esto parezca escandaloso que lo hace aún más significativo. Se apela a la inteligibilidad, pero no creo que si escribo “ola que tal” sin hache la gente piense que hablo del mar o le sangren a nadie los ojos, como a veces se dice.
Es una buena noticia que en el Congreso se pueda ahora hablar en lenguas oficiales, ¿no?
Creo que a muchas personas nos sorprendió que no se pudiese hablar hasta ahora. Yo no tenía ni idea. Y creo que nos alegramos ya de cosas tan mínimas y obvias que al final da cuenta de lo mal que estamos. Hay una mentalidad (fascista) de la homogeneización, que pide que todas hablemos en la misma lengua para entendernos, cuando para entendernos de verdad tendríamos que poder hablarnos desde todas nuestras diferencias y desigualdades, también lingüísticas. Hablar obligatoriamente en el mismo idioma es la trastienda del decir todos lo mismo, es ese tipo de pensamiento.
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