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50 años sin el Caudillo que restauró la monarquía
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El rey, Felipe VI, ha alegado problemas de agenda para justificar su ausencia del acto de lanzamiento del programa para conmemorar en 2025 el 50 aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco. Pero en realidad no habría día ni mes posible en ninguna agenda, salvo quizá la de algún ser sobrenatural capaz de borrar el pasado, que permitiera orillar uno de los elementos centrales de la conmemoración, que no deja de ser nuclear por mucho que el programa oficial lo ignore: la monarquía borbónica, que el pueblo español mandó al exilio en abril de 1931, debe su restauración al caudillo y a su dictadura.
Fue Franco el que educó desde adolescente a Juan Carlos I para sucederle como jefe de Estado, el que tuteló toda su formación, incluida la castrense y la del “espíritu nacional”; el que supervisó sus elecciones políticas y personales, valga la redundancia en este caso, incluida su boda; el que le nombró sucesor a título de rey y el que dejó todo “atado y bien atado” para que accediera a la jefatura de Estado cuando él se fuera al otro barrio, lo que felizmente sucedió el 20 de noviembre de 1975.
Antes, el 22 de julio de 1969, el entonces príncipe juró fidelidad al caudillo y al Movimiento en sesión solemne en las Cortes franquistas, en su acto de coronación como “sucesor a título de rey”, lo que supuso en la práctica la restauración de la monarquía. A pesar de quedar la restauración borbónica vinculada inextricablemente nada menos que a la voluntad de Franco, el último superviviente de los fascismos que casi destruyen la humanidad en la década de 1930 y 1940, la Casa Real y casi todo el establishment político-mediático que glorifica la Transición no tuvo en 2019 reparos en celebrar por todo lo alto el 50 aniversario de tan magna fecha.
Ante el caudillo, en la histórica sesión de 1969, “el príncipe de España pronunció un discurso que fue interrumpido muchas veces por los aplausos de los procuradores y acogido al final con una gran ovación”, sintetizó en portada el periódico falangista Arriba tras la proclamación de sucesor a título de rey: la monarquía borbónica quedaba restaurada por la gracia del exultante caudillo.
Ya solo faltaba que el rey pudiera volver a reinar y eso se fijó para cuando Franco falleciera, pero todo el proceso quedaba perfectamente regulado por las leyes franquistas de sucesión, que se aplicaron al pie de la letra el 20 de noviembre de 1975 después de que el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, rompiera a llorar en TVE anunciando el deceso.
Dos días después, Juan Carlos juró como nuevo jefe de Estado y la monarquía quedó definitivamente restaurada en un acto solemne en las Cortes en el que el rey proclamó de nuevo, en términos muy emotivos y grandilocuentes, su fidelidad personal y política al caudillo que le había permitido colocarse la corona hereditaria que algún día podría así transmitir a su hijo varón, Felipe.
Trágala en la Constitución
Obviamente, en 1978 el pueblo español ratificó en referéndum la Constitución vigente, que consagra un régimen de monarquía parlamentaria, pero se le hurtó la posibilidad de elegir entre monarquía o república, una posibilidad que sí se ofreció a otros pueblos cuya monarquía se había vinculado a regímenes filofascistas, como el italiano y el griego, que optaron por la república en sendos referendos de 1946 y 1974, respectivamente.
En España, el grueso de la oposición antifranquista mantuvo hasta el último momento la bandera republicana, vinculada a la experiencia de la II República que Franco destruyó de manera incruenta con su golpe de Estado de 1936, hasta que se le planteó el dilema de bloque cerrado entre democracia (con bicho monárquico dentro) y dictadura, una opción que podría verse como equivalente a patria o muerte o salud o cáncer. Solo ante semejante trágala el grueso de la oposición y la izquierda en particular aceptó el bocadillo de la monarquía dentro de la Constitución, que en el caso del Partido Comunista de España (PCE) fue incluso una precondición para su legalización.
Así que, efectivamente, la legitimidad de Felipe VI está vinculada a la Constitución democrática de 1978, pero ahí aparece la monarquía con un blindaje extremo y como condición sine qua non impuesta por los sectores posfranquistas para blindar la restauración borbónica decidida por el Caudillo.
Desde entonces, el establishment democrático siente pavor ante la mera posibilidad de darle la palabra al pueblo español sobre la institución restaurada por el dictador de cuya muerte se cumple medio siglo en 2025. Más allá de la propaganda oficial, que proclama una gran aceptación de Felipe VI en encuestas que nunca se muestran, la realidad es que el CIS dejó de preguntar por la monarquía en 2015, con el PP en el Gobierno, cuando la institución acumulaba suspensos y obtenía calificaciones grotescas entre la gente joven, y nunca se ha atrevido a preguntar de nuevo durante la década de Felipe VI en el trono.
Para intentar cubrir este vacío, una especie de UTE de medios independientes, que se bautizó como Plataforma de Medios Independientes y que incluía a Mongolia, encargó dos olas de sondeos, en 2020 y 2021, sobre la monarquía a una de las encuestadoras más respetadas del país, 40dB, e hizo públicas no solo las conclusiones sino también las tripas completas y todas las tablas de los sondeos. El resultado confirmó que, pese a las sucesivas operaciones de relaciones públicas y propaganda, la opción por la república sigue teniendo más adeptos entre los españoles que la monarquía tantos años después y que las antiguas fronteras de las dos Españas siguen operando como durante todo el siglo XX en este tema tan espinoso: lejos de ser un elemento unificador, la monarquía y Felipe VI únicamente tienen el apoyo mayoritario del electorado de derechas (muy lejos de ser unánime), mientras que el de izquierdas opta muy mayoritariamente por la república por mucho que el principal partido progresista, el PSOE, tenga una posición oficial respetuosa con la institución.
El programa del Gobierno para conmemorar en 2025 la muerte del dictador, que allanó la Transición hacia la democracia, busca probablemente incomodar al PP. Pero la verdad desagradable asoma sobre todo para la Zarzuela: en una conmemoración como esta no hay manera de evitar el recordatorio de que la monarquía la restauró el caudillo y que los Borbones recuperaron el trono por decisión del dictador.
Los fastos de ‘Mongolia’: agenda y teatro
Mongolia tiene ración doble para conmemorar en 2025 la muerte de Franco.
De un lado, la agenda republicana está dedicada este año a tan importante efeméride: desde la misma portada muestra la vinculación entre el franquismo y la monarquía que orilla el programa oficial, mientras que las efemérides subrayadas en el calendario ponen el foco en el antifranquismo. La agenda de Mongolia es la única que combina el calendario gregoriano con el jacobino, que nos sitúa en el mes de nivoso de 233, y puede adquirirse en tienda.revistamongolia.com.
Del otro, Mongolia se ha unido al artista Eugenio Merino para lanzar el proyecto teatral Chistes contra Franco, que es ya una realidad gracias al éxito de una campaña de micromecenazgo, en el que el mongol Darío Adanti y la periodista y actriz Ana Alonso recitan chistes que se contaban clandestinamente durante la dictadura y textos que ayudan a ponerlos en contexto, respectivamente. Durante todo 2025 la obra se representará como mínimo el día 20 de cada mes en el Teatro del Barrio de Madrid. Más información y entradas: teatrodelbarrio.com.
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