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Los librepensadores se revuelven
Un acto en el Ateneo de Madrid en solidaridad con ‘Mongolia’ promueve nuevas sinergias para defenderse de la presión de los ultracatólicos y pasar a la ofensiva por un Estado laico
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La creciente presión de grupos de agitación ultracatólica, como Abogados Cristianos y Hazte Oír, para acallar en los tribunales a los librepensadoras e imponer de facto un marco nacionalcatólico ha acabado provocando un efecto bumerán con las recientes querellas presentadas contra Mongolia: en lugar de agachar la cabeza y tratar de defenderse sola en los tribunales, la revista satírica ha lanzado una campaña de apoyo con la que además se propone tejer sinergias con otros grupos para pasar a la ofensiva y poner en el debate público la reforma del Código Penal para que la blasfemia deje de ser, en la práctica, todavía un delito.
El acto celebrado el pasado 20 de febrero en el emblemático Ateneo de Madrid, con lleno hasta la bandera, es un buen ejemplo de la nueva dinámica: reunió una mesa de lujo con el coeditor de Mongolia Darío Adanti; la guionista, escritora, directora de cine y exministra de Cultura Ángeles González Sinde; la responsable artística del Teatro del Barrio, Ana Belén Santiago; el presidente de Europa Laica, Juanjo Picó; la escritora y comunicadora Perra de Satán y el senador de Compromís Carles Mulet. Varios de los ponentes explicaron sus propias experiencias de acoso recibido de los nuevos inquisidores, que en los últimos años han desplegado una actividad frenética para acallar las visiones laicas. La situación de España es singular, puesto que la Constitución opta por una fórmula ambigua, la aconfesionalidad del Estado y las relaciones preferentes con la Iglesia católica, y los restos del nacionalcatolicismo perviven a través de un Concordato con el Vaticano de origen franquista y con un Código Penal trufado todavía de artículos del régimen anterior, como el 525, que establece el delito de blasfemia bajo el eufemismo de “ofensas a los sentimientos religiosos”.
La mesa coincidió en un llamamiento a no amilanarse ante las crecientes presiones ultracatólicas y pasar a la acción con el impulso de reformas legales. El presidente de Europa Laica, Juanjo Picó, explicó que ha dirigido una misiva a la Fiscalía General del Estado pidiendo que fije normas claras para oponerse a la ola de querellas ultracatólicas, que en ocasiones son arropadas por la fiscalía y que han logrado incluso condenas. La más clamorosa, ratificada en 2021 por la Audiencia Provincial de Málaga, contra una activista feminista del Coño Insumiso, un caso todavía pendiente de recurso pero que suma ya nueve años de via crucis judicial.
La campaña de las organizaciones laicistas está centrada en reformar el Código Penal para reforzar la libertad de expresión frente a las limitaciones impuestas por algunos de los poderes fácticos tradicionales: la norma considera todavía delitos no solo la ofensa a los sentimientos religiosos, sino también las injurias a la Corona y el ultraje a los símbolos de la patria. En 2020 Unidas Podemos presentó una iniciativa de reforma para despenalizar todos estos vestigios de otros tiempos, pero duerme el sueño de los justos. Su reactivación dependería exclusivamente de la voluntad política de los grupos que apoyaron la investidura del Gobierno de coalición, que podrían encontrar ahí una potente bandera conjunta en un año además electoral.
La campaña de Mongolia pretende servir de acicate para retomar este impulso, además de conseguir los fondos necesarios para pagar a los abogados y procuradores en los procesos abiertos por las querellas de Abogados Cristianos y Hazte Oír ante la portada de la revista de diciembre, en la que se representaba un simpático belén navideño. Al cierre de esta edición, la campaña en la plataforma verkami. com rozaba ya los 9.000 euros de recaudación, equivalente al 90% de lo solicitado. En caso de alcanzarse el objetivo, la Alta Conducción se plantea marcar un nuevo horizonte de recaudación, más ambicioso, con vistas a lanzar una contraofensiva en los tribunales por el acoso recibido. Tras años de absoluta impunidad y avances, los ultracatólicos se han detenido en Mongolia. ¿Y si se trata de su Stalingrado?
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La creciente presión de grupos de agitación ultracatólica, como Abogados Cristianos y Hazte Oír, para acallar en los tribunales a los librepensadoras e imponer de facto un marco nacionalcatólico ha acabado provocando un efecto bumerán con las recientes querellas presentadas contra Mongolia: en lugar de agachar la cabeza y tratar de defenderse sola en los tribunales, la revista satírica ha lanzado una campaña de apoyo con la que además se propone tejer sinergias con otros grupos para pasar a la ofensiva y poner en el debate público la reforma del Código Penal para que la blasfemia deje de ser, en la práctica, todavía un delito.
El acto celebrado el pasado 20 de febrero en el emblemático Ateneo de Madrid, con lleno hasta la bandera, es un buen ejemplo de la nueva dinámica: reunió una mesa de lujo con el coeditor de Mongolia Darío Adanti; la guionista, escritora, directora de cine y exministra de Cultura Ángeles González Sinde; la responsable artística del Teatro del Barrio, Ana Belén Santiago; el presidente de Europa Laica, Juanjo Picó; la escritora y comunicadora Perra de Satán y el senador de Compromís Carles Mulet. Varios de los ponentes explicaron sus propias experiencias de acoso recibido de los nuevos inquisidores, que en los últimos años han desplegado una actividad frenética para acallar las visiones laicas. La situación de España es singular, puesto que la Constitución opta por una fórmula ambigua, la aconfesionalidad del Estado y las relaciones preferentes con la Iglesia católica, y los restos del nacionalcatolicismo perviven a través de un Concordato con el Vaticano de origen franquista y con un Código Penal trufado todavía de artículos del régimen anterior, como el 525, que establece el delito de blasfemia bajo el eufemismo de “ofensas a los sentimientos religiosos”.
La mesa coincidió en un llamamiento a no amilanarse ante las crecientes presiones ultracatólicas y pasar a la acción con el impulso de reformas legales. El presidente de Europa Laica, Juanjo Picó, explicó que ha dirigido una misiva a la Fiscalía General del Estado pidiendo que fije normas claras para oponerse a la ola de querellas ultracatólicas, que en ocasiones son arropadas por la fiscalía y que han logrado incluso condenas. La más clamorosa, ratificada en 2021 por la Audiencia Provincial de Málaga, contra una activista feminista del Coño Insumiso, un caso todavía pendiente de recurso pero que suma ya nueve años de via crucis judicial.
La campaña de las organizaciones laicistas está centrada en reformar el Código Penal para reforzar la libertad de expresión frente a las limitaciones impuestas por algunos de los poderes fácticos tradicionales: la norma considera todavía delitos no solo la ofensa a los sentimientos religiosos, sino también las injurias a la Corona y el ultraje a los símbolos de la patria. En 2020 Unidas Podemos presentó una iniciativa de reforma para despenalizar todos estos vestigios de otros tiempos, pero duerme el sueño de los justos. Su reactivación dependería exclusivamente de la voluntad política de los grupos que apoyaron la investidura del Gobierno de coalición, que podrían encontrar ahí una potente bandera conjunta en un año además electoral.
La campaña de Mongolia pretende servir de acicate para retomar este impulso, además de conseguir los fondos necesarios para pagar a los abogados y procuradores en los procesos abiertos por las querellas de Abogados Cristianos y Hazte Oír ante la portada de la revista de diciembre, en la que se representaba un simpático belén navideño. Al cierre de esta edición, la campaña en la plataforma verkami. com rozaba ya los 9.000 euros de recaudación, equivalente al 90% de lo solicitado. En caso de alcanzarse el objetivo, la Alta Conducción se plantea marcar un nuevo horizonte de recaudación, más ambicioso, con vistas a lanzar una contraofensiva en los tribunales por el acoso recibido. Tras años de absoluta impunidad y avances, los ultracatólicos se han detenido en Mongolia. ¿Y si se trata de su Stalingrado?
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