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Súper heroínas
Por Nuria Jiménez

Me caí de ojete cuando me enteré de que los superhéroes de cómic son todos unos equidistantes. ¡Unos tibios! Un ejército de extraterrestres/mutantes/ricos intensitos con alma de Albert Rivera que viene a la tierra a dejar las cosas como están, olisqueando perretes con olor a leche entre revuelta y revuelta. ¡Qué jodido tiene que ser tener súper poderes y no poder usarlos para cambiar nada! Porque si lo intentas te arriesgas a que te llamen villana. Como en las pelis, donde la villana quiere cambiar algo que le parece injusto (hasta aquí todo normal) y entonces aparece la superheroína para detenerla y que todo siga como antes. Vamos, lo que vendría a ser un día normal en el Congreso.
Ni un solo superhéroe que luche por el reparto justo de la riqueza, la eliminación de las patentes farmacéuticas o contra la pregunta de cultura general del concurso de Miss Universo. ¿Os imagináis lo difícil que tiene que ser nacer con súper habilidades y a la vez tener cierta inclinación hacia lo social? ¿Cómo se lo dices a tus padres? ‘Mira papá, mamá, hace tiempo que quiero deciros que… quiero ayudar a la clase obrera’ ‘¡No, mi hija noooo! ¿Qué hicimos mal? ¿Por qué no te llevé a un colegio concertado? ¡Maldita moda hippy!’
En una España marveliana Ayuso y Olona serían las superheroínas que acuden a rescatar a las víctimas de los que vienen a romper el sistema. Y yo, bueno, yo querría ser la villana que es mordida por un pez manta, pero que solo le afecta la parte de la manta. Amanece un día fusionada con su edredón, de manera que nadie puede adivinar dónde termina su torso y dónde comienzan las sábanas. Ataviada con un pijama blindado que repelería igual de bien tanto la injusticia como los chorretones de café.
A Nuria Jiménez la puedes seguir en twitter como @la_rabia y en Toledo como la señora con perros en chándal de leopardo.
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