print $title?>

Cuando te acercas a los cuarenta la vida va de mantenerse ocupado para no pensar en la vida. Este es mi talón de Aquiles, como el talón de Aquiles para Aquiles era su propio talón, por supuesto. Y el de Camilo Sesto era pensar que si él era así de guay siendo el sesto, cómo sería el primero...
Ya empezó la cuenta atrás, en estos últimos años A. C. sabes que va a pasar algo grande que te va a cambiar la vida irremediablemente. A mí las crisis me empiezan tres años antes y necesito, como buena histérica y controladora, tomarme los cambios con calma. Cuando conoces a alguien con casi 40 años, pasa igual que con los espejos: están todos ya usados. Es como comprar en Humana, está bien, pero a veces encuentras un kleenex en el bolsillo de la prenda y piensas: ¡ay!, ¿por qué orificio habrá pasado esto?
En las personas te encuentras con algunos ‘traumitas’ no digeridos, en ocasiones algún hijo y, a veces, alguna esposa también… «no, si no dormimos juntos desde hace años»… «Seguimos por los niños»… Perdona, cariño, tienes una hija de 17 años… y tan separados yo no os veo…
Somos gente supertolerante ¡eso sí!, porque la vida te enseñó a serlo, pero tu tolerancia a nivel social es inversamente proporcional a la tolerancia de tu colon irritable, esto hace que se compliquen un poco más tus planes. A veces le pido perdón al váter por todos los daños ocasionados. A veces digo que me estoy haciendo un test de embarazo, que a estas edades suena mejor que confesar que llevo una hora en el baño cagando de esa manera. Pero os digo una cosa, esto tiene su ventaja: creo que para cualquier persona saber que podrías cagar con tranquilidad delante de la musa de tus pajas siempre suma.
Con casi 40 años la cabeza tiene un catering de preocupaciones que ofrecerte cada mañana. La serotonina, dopamina y oxitocina son mis nuevas mejores amigas, sufro de apego emocional hacia ellas. Ideas que se disparan en mi cabeza como meteoritos y la solución es una puta hora de running como una condenada para sacarlas de ahí durante diecisiete minutos contados con reloj. Eso sí: ¡los mejores diecisiete minutos del día! ¿A dónde voy? Me pregunto. ¿Qué he hecho de mi vida? ¿De dónde vengo?... Bueno, eso no, porque seguro que vengo del baño.
Mi ex me dejó porque estaba confundido y a los diez días subió una foto con “fundido": una chica preciosa con 15 años menos que yo... ¿De qué hablarán? No importa, porque no hace falta hablar de nada con esa piel tan tersa. Las redes sociales molan que te cagas, pero lo que sí molaría sería saber digerirlas bien, y no sabes, aunque vayas de que sí.
Siempre me ha encantado que me empotren, pero cuidado con la ciática, que tengo el nervio resentido de crear serotonina con el running y quizás es mejor poner un cojincito. Toma colágeno para los huesos, toma melatonina para dormir bien, cocktail de complejos vitamínicos para estar a tope, y un par de lexatines, así, como premio de fin de semana. Por no hablar de esos días en que los labios de tu vagina están menos de acuerdo que Residente y J. Balvin (Will Smith y Chris Rock), y los tienes que acomodar dentro de una braga de niña de doce años que te vendieron en Women Secret.
La historia interminable: si se pudiera desgravar la terapia, me saldría a devolver la declaración de hacienda. Siempre he sido una fiestera, y eso sí que no lo he perdido, pero nunca he sido de padecer resacas y eso sí que lo he ganado. Pero no estamos tan mal al fin y al cabo, la cabeza está mejor que nunca… ¡No te jode! Si encima no ganamos en eso y solo se nos descuelga la piel, apaga y vámonos.
¡APOYA A MONGOLIA!
Suscríbete a Mongolia y ayuda a consolidar este proyecto de periodismo irreverente e insumiso, a partir de solo 38 euros al año, o dona para la causa la cantidad que quieras. ¡Cualquier aportación es bienvenida!