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Hace poco vi un anuncio de un popuLar y conocIDo supermercado aLemán que ofertaba la bandeja de carne picada con certificado de bienestar animal. ¿Cómo podían ser tan cínicos de ponerle ese sello a una bandeja de carne picada? Es como certificar al emérito con un sello de honestidad tributaria. ¿Podía estar dejándome llevar por mi propio malestar animal? Tal vez esa vaca tuvo una vida tan, tan de puta madre que le compensaba terminar como comida envasada. Algo así como cuando plantamos nuestra vagina peluda delante de un bote de cera y nos decimos que la fiesta posterior lo va a compensar todo. Pensé en todas las cosas que seguro hizo para ganarse ese reconocimiento que literalmente se llevó al epitafio.
Me la imaginé de Erasmus, drogándose a lo ‘Trainspotting’ con las colegas inglesas. Seguro que además tenía un metabolismo rápido y podía comer todo lo que quisiera sin engordar un gramo. Cuando fue el momento de ordeñarla le preguntaron si le parecía bien que le tocasen las tetas. Se fue a la India de retiro espiritual, pues sabía que allí la tratarían como lo que ella era, una diosa. Alcanzó el nirvana y sintió tanta felicidad y abundancia en su corta vida bovina que pronto se aburrió y ella misma pidió que le aplicaran una amable eutanasia. Después googleé y resulta que el certificado ¡solo se refiere a su crianza! O sea que si de mayor no tuvo un solo minuto de alegría le dan el certificado igual. Joder, pues visto así yo también podría tener mi propio sello de bienestar animal.
A Nuria Jiménez la puedes seguir en twitter como @la_rabia y en Toledo como la señora con perros en chándal de leopardo.
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