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¿Los monologuistas son "ellos mismos" cuando suben al escenario?, por Edu Galán
"Morir de pie" -"el mejor libro sobre stand-up en español" según Ignatius Farray- se reedita en una nueva versión digital con un epílogo actualizado sobre Donald Trump y el stand-up identitario. "Morir de pie. Stand-up comedy (y Norteamérica)" de Edu Galán ya está disponible en ebook en Amazon y pronto estará disponible en más plataformas. Os presentamos un extracto.
Centrémonos en el ojo del huracán donde nace la exigencia de "ser uno mismo": la década de los sesenta y la masificación del humanismo hippie. En este punto, los stand-up se emparentan con otras disciplinas de esa revolución: haz tu propia música que hable de ti y de tu generación (Dylan o los Beatles) o haz tu propio cine que hable de ti y tu generación (Easy Rider de Dennis Hopper o El graduado de Mike Nichols). Con esta filosofía los sick comedians se introducen de lleno en el corazón de esos Estados Unidos en cambio. A pesar de que los shows de variedades seguían siendo muy populares (uno de ellos, el «Ed Sullivan Show», aún fue masivo durante toda esa década, incluyendo pequeños guiños al exterior, como los Rolling Stones o The Doors), este nuevo público buscaba algo distinto: una mirada al interior del stand-up, lo que implicaba para el cómico la creación y desarrollo de su verdadera persona.
Definámosla: sería la verdadera persona ese papel que interpreta la persona verdadera (el cómico) en lugar de un personaje teatral, producto de una ficción guionizada. Frente a un texto escrito por un guionista que, desde la perspectiva del espectador contracultural, le aleja de la «realidad», la verdadera persona muestra al artista «tal y como es». Por tanto, el sick comedian contracultural se organizaría en escena siguiendo el esquema de abajo, con tal de conectar con el público y, como explicaré más adelante, en ocasiones sin ser consciente de dicho proceso:
Dicha verdadera persona no deja de ser una verdadera historia del tipo de aquellas que se utilizan en terapia y que aquí describe el profesor de Psicología Marino Pérez: «La clave de las explicaciones que funcionan en psicoterapia no está tanto en que sean explicaciones verdaderas como en que sean verdaderas explicaciones, plausibles, verosímiles y aceptables, mitos: no tanto historias verdaderas como verdaderas historias». Por tanto, los asistentes a un nightclub no escuchaban a la persona verdadera del sick comedian, pero sí a la verdadera persona del sick comedian, quien vendía al grupo social al que pertenecía su público el mito plausible, verosímil y aceptable de estar contemplando a alguien que se muestra «tal y como es».
Tengo muy en cuenta lo que señala el lingüista Domingo Caballero para definir con cuidado el «a quién» se dirigían los sick comedians para entender todo el proceso resultante: «(El análisis crítico de un arte) está vacío si no se le sitúa en el gusto correspondiente a los grupos sociales. Ello supondrá que sabemos qué grupos constituyen una cultura, que sabemos cuáles son sus características, que conocemos sus enfrentamientos, puesto que los subgrupos sociales lo son y poseen identidad como tales merced a una batalla que genera modificaciones permanentes. Se trataría de una sociología dialéctica como trasfondo último. Hay que tener cautela cuando se trabaja con conceptos antropológicos indefinidos, por ejemplo, estilo americano». La verdadera persona es, entonces, la representación de esa persona que ese público (sesentero, de clase media, norteamericano, universitario, beat, urbanita, humanista, lisérgico, hippie…) quería ver sobre el escenario.
Al cabo, la verdadera persona es un personaje pero no en el sentido clásico de representación de un papel con un guion de por medio, ya que aquí se elimina todo aquello que no suene a «verdad». Los asistentes, esos que he caracterizado en el párrafo anterior, no querían ver a un personaje que les ayudase a evadirse de la realidad. Ellos buscaban afrontar la situación política norteamericana en las Universidades, delante la policía; en la Marcha sobre Washington (1963), al lado de Martin Luther King; o en la acción, aparentemente insignificante, de asistir a un espectáculo de stand-up. Pero también deseaban acceder a la intimidad del otro sin ceder la suya: al igual que el voyerismo, el cotilleo o el porno, en resumen, al igual que otras maneras de acceder a ese contenido «privado» de los demás, este nuevo tipo de stand-up proporcionaba al espectador una celosía desde la que poder admirar el «interior» del otro sin ser visto.
Y los cómicos les dejaban admirar a su verdadera persona, previo pago de una entrada, en algunos casos incluso sin ser conscientes de que ese «yo» que llevaban al escenario no era más que otro papel. Como ya he explicado, los sick comedians nacen y se desarrollan dentro del mismo ambiente que su propio público, justo en medio de la revolución contracultural. De esta manera, a un tiempo, intervenían en el cambio tanto como el cambio intervenía en ellos. Estaban, en definitiva, atrapados por un discurso humanista que les modificaba su percepción de sí mismos hasta llegar, en algunos casos, a autoconvencerse inconscientemente de que lo que llevaban al escenario no era un papel, sino que era a ellos mismos.
"Morir de pie" ya disponible en edición digital.
83 pags.
7,90 euros
Definámosla: sería la verdadera persona ese papel que interpreta la persona verdadera (el cómico) en lugar de un personaje teatral, producto de una ficción guionizada. Frente a un texto escrito por un guionista que, desde la perspectiva del espectador contracultural, le aleja de la «realidad», la verdadera persona muestra al artista «tal y como es». Por tanto, el sick comedian contracultural se organizaría en escena siguiendo el esquema de abajo, con tal de conectar con el público y, como explicaré más adelante, en ocasiones sin ser consciente de dicho proceso:
Persona verdadera ↔ [Verdadera persona = Personaje]
Dicha verdadera persona no deja de ser una verdadera historia del tipo de aquellas que se utilizan en terapia y que aquí describe el profesor de Psicología Marino Pérez: «La clave de las explicaciones que funcionan en psicoterapia no está tanto en que sean explicaciones verdaderas como en que sean verdaderas explicaciones, plausibles, verosímiles y aceptables, mitos: no tanto historias verdaderas como verdaderas historias». Por tanto, los asistentes a un nightclub no escuchaban a la persona verdadera del sick comedian, pero sí a la verdadera persona del sick comedian, quien vendía al grupo social al que pertenecía su público el mito plausible, verosímil y aceptable de estar contemplando a alguien que se muestra «tal y como es».
Tengo muy en cuenta lo que señala el lingüista Domingo Caballero para definir con cuidado el «a quién» se dirigían los sick comedians para entender todo el proceso resultante: «(El análisis crítico de un arte) está vacío si no se le sitúa en el gusto correspondiente a los grupos sociales. Ello supondrá que sabemos qué grupos constituyen una cultura, que sabemos cuáles son sus características, que conocemos sus enfrentamientos, puesto que los subgrupos sociales lo son y poseen identidad como tales merced a una batalla que genera modificaciones permanentes. Se trataría de una sociología dialéctica como trasfondo último. Hay que tener cautela cuando se trabaja con conceptos antropológicos indefinidos, por ejemplo, estilo americano». La verdadera persona es, entonces, la representación de esa persona que ese público (sesentero, de clase media, norteamericano, universitario, beat, urbanita, humanista, lisérgico, hippie…) quería ver sobre el escenario.
Al cabo, la verdadera persona es un personaje pero no en el sentido clásico de representación de un papel con un guion de por medio, ya que aquí se elimina todo aquello que no suene a «verdad». Los asistentes, esos que he caracterizado en el párrafo anterior, no querían ver a un personaje que les ayudase a evadirse de la realidad. Ellos buscaban afrontar la situación política norteamericana en las Universidades, delante la policía; en la Marcha sobre Washington (1963), al lado de Martin Luther King; o en la acción, aparentemente insignificante, de asistir a un espectáculo de stand-up. Pero también deseaban acceder a la intimidad del otro sin ceder la suya: al igual que el voyerismo, el cotilleo o el porno, en resumen, al igual que otras maneras de acceder a ese contenido «privado» de los demás, este nuevo tipo de stand-up proporcionaba al espectador una celosía desde la que poder admirar el «interior» del otro sin ser visto.
Y los cómicos les dejaban admirar a su verdadera persona, previo pago de una entrada, en algunos casos incluso sin ser conscientes de que ese «yo» que llevaban al escenario no era más que otro papel. Como ya he explicado, los sick comedians nacen y se desarrollan dentro del mismo ambiente que su propio público, justo en medio de la revolución contracultural. De esta manera, a un tiempo, intervenían en el cambio tanto como el cambio intervenía en ellos. Estaban, en definitiva, atrapados por un discurso humanista que les modificaba su percepción de sí mismos hasta llegar, en algunos casos, a autoconvencerse inconscientemente de que lo que llevaban al escenario no era un papel, sino que era a ellos mismos.
"Morir de pie" ya disponible en edición digital.
83 pags.
7,90 euros