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Aventuras En Cuarentena 01: «La mamá de Rober»
Ahora que ya no salimos de casa, al menos la mayoría de nosotros, pareciera que las historias de lo demás, de los otros, nos llegan a pesar del confinamiento. La necesidad humana de compartir sus experiencias, de transmitir relatos, atraviesa las paredes y la puertas para llevar igual a nuestro ámbito privado: el homo sapiens es un animal social a pesar de los confinamientos y gracias a las nuevas tecnologías: al whatsapp, al teléfono o el mail. Y, en otros casos, incluso, de los balcones.
Hace apenas dos días nuestro compañero documentalista Rober tuvo que acompañar a su madre al hospital por unos chequeos que se hace con regularidad. Pero ir al hospital con cualquier ser querido en una situación de emergencia sanitaria, con una pandemia de un virus tan nuevo que aún resulta desconocido, y con familiares mayores de edad y especialmente vulnerables al contagio, se ha convertido en una auténtica odisea.
A mi me tocó, al comienzo de la cuarentena, acompañar a mi pareja al hospital por otro tema médico no relacionado con la pandemia y no fue fácil conciliar el sueño los días previos a la cita. La preparación previa, la ansiedad, la extrañeza de las calles vacías, los certificados que te permiten salir o acompañar al que tiene la cita, la prevención, la preparación, la desinfección… Lo mismo nos pasó en Mongolia cuando nuestra compañera Zita tuvo que parir en estas últimas semanas. Todo salió bien, salió bien para Rober y su madre; para Zita, su chico y Enzo, el nuevo y pequeño mongol, y salió bien para mi pareja y para mi. Pero es toda una experiencia, en esta guerra extraña donde el enemigo es invisible y las bajas parecen sólo un número en las noticias, una tragedia que no terminaremos de ver en toda su inmensidad hasta dentro de meses y años.
Es ahí donde uno puede sentir la presencia de aquello que nos ataca y la labor encomiable del personal sanitario y los funcionarios y trabajadoras y trabajadores que les toca arriesgar la propia salud para que nosotros podamos estar confinados.
Cada una de estas aventuras es una fugaz mirada al lugar donde hoy sucede el drama, ese drama invisible para los que estamos en cuarentena.
No son historias trágicas, por suerte, y aunque el aislamiento de los pisos dedicados a los enfermos por coronavirus hace que no podamos posar nuestra mirada sobre el auténtico horror que vivimos hoy, el saber que uno está allí donde se libra esta batalla nos hace ser más conscientes de que lo terrible no es nuestro confinamiento. Lo terrible no está en nuestras casas. Lo terrible pasa en detrás de nuestras puertas, en los hospitales y centros de salud.
Y aún así, el personal sanitario se esfuerza por mantener la sonrisa y el optimismo para que aquellos que tenemos que acudir regularmente al hospital en estos días trágicos tengamos la sensación de que, a pesar de todo, ellas y ellos trabajan cada día para recuperar, algún día, la normalidad. Tal vez no la misma normalidad que conocimos antes de la pandemia pero, al menos, una nueva normalidad que, no será pronto, pero llegará algún día.
Aquí la aventura en el hospital de Rober y su madre.
Y si tienes que ir a un hospital y quieres mandarnos tu propia aventura en vídeo, siempre en horizontal, hazlo a este mail: